Soy de Dios.

Que le gustaba mi sonrisa decía. Que le gustaba ver mi rostro iluminado. Que le hacía sentir tranquilo porque era él el creador de esa luz, decía, que le gustaba saber que era por él esa risa.
Nada más lejos de la realidad, pero yo ciega y bruta, no lo notaba. Tan aferrado estaba a esa idea que creyó que era dueño de la mueca, y se la llevó, lo peor es que me hizo creer que sí, que sí era dueño de esa, mí sonrisa, y me dejó opaca, sin luz, en penumbras.

Yo adoraba mi sonrisa, y sobretodo quería devuelta mi luz. Pensaba entonces que tenía que traer al dueño de vuelta para que volviera con mi luz, y lo intenté una vez, y qué alegría, ¡volvió!, pero se apagaba, ¡otra!, y no duraba, y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra.

Algo anda mal, pensé. Tal vez si intento hacer memoria del inicio de esa luz en mi rostro pueda revivirla. Volví lo más atrás que pude en mi cassette. Y recordé mis mejillas gordas de pequeña, mis piececitos de empanada, y a mi madre diciendo: "Mi Camilita, hijita, serás de Dios". Instantáneamente mi luz volvió. No hay dueños, ni muecas vacías. Soy de Dios y mi sonrisa es para y por él.
La alegría de servir a Cristo en los hermanos.

Imagínate!


Ámame ahora, cuando mi cintura sigue estrecha y cuando la celulitis
es apenas perceptible en mis muslos, ámame ahora
cuando mi joven corazón corres tras sus sueños
y ruegue a Dios regalarte un don
Ámame luego, también, cuando lo nuestro dé vida,
cuando mi no tan joven corazón corra más lento
pero aun tras sus sueños, cuando parece que no merece la pena,
y necesites oír aquel sonido que te da vida,
ver aquél color que te recuerde lo bello
y recordar aquel momento en que una joven chiquilla decidió amarte por un momento que se tornó eterno.

¡¡Entonces ámame!!,
cuando el mundo diga que ya no amamos,
cuando los colores, a sus ojos, se vean opacos
y las melodías lejanas, arranquen una lágrima nostálgica.

Ámame cuando los sentidos parecen perdidos,
porque el amor no es cosa de percepción,
el amor no es cosa de oler, sentir oír, saber,
el amor es cosa sempiterna, donde las decisiones,
aun las más pequeñas se juegan el todo y
no mueren en la muerte sino que esta misma la dota de vida,
porque esto que ahora sentimos es un ápice de lo verdadero,
tan solo imagínate cariño lo que viene…